viernes, 25 de septiembre de 2020

Orígenes de lucha por la Inclusión educativa

 Historia                                                             

El sistema educativo salvadoreño ha sido históricamente excluyente y limitador de las potencialidades humanas, persistiendo una cultura de desigualdad e inequidad en la cual todos los sujetos que presentan algún tipo de discapacidad sea física, cognitiva o social han sido vícti


mas de discriminación lo cual ha repercutido en el abandono de sus estudios; por lo tanto la educación en nuestro país requiere de un enfoque inclusivo que atienda a la diversidad de necesidades educativas, sin ninguna discriminación con énfasis en el acceso a los aprendizajes cognitivos, procedimentales y actitudinales que permitan al estudiante desarrollarse en una sociedad cambiante. 

Con la finalidad de erradicar esta problemática se incluye en el Plan social Educativo “Vamos a la Escuela” (PSE), el Programa de Educación Inclusiva el cual ofrece oportunidades equitativas de acceso, permanencia y aprendizaje efectivo en todos los niveles educativos, a estudiantes con necesidades individuales especiales, o en situación de riesgo social. (Ministerio de Educación, Adecuación del Índice de Inclusión al contexto educativo salvadoreño). 

La implementación del Programa de Educación Inclusiva tiene por objetivo contribuir a la transformación gradual y efectiva del sistema educativo en términos de políticas, cultura, prácticas pedagógicas e inversiones estratégicas que garanticen el cumplimiento del derecho a la educación para todas y todos. (Educación, Política de Educación Inclusiva, 2010). 

En El Salvador muchos niños y niñas aún no tienen acceso a la educación especialmente aquellos que presentan Necesidades Educativas Específicas, debido a los pocos espacios que se ofrecen para su atención y la dificultad para poder asistir a los Centros Educativos “especiales”. En nuestro país existe un porcentaje mínimo de Centros Educativos para la atención a la población con Necesidades Educativas Específicas, según la Jefatura de Educación Inclusiva del MINED se poseen a nivel nacional 30 Escuelas de Educación Especial, 37 Escuelas que dan Servicios Psicológicos para la población estudiantil, además de 639 Escuelas que tienen Aulas de Apoyo Educativo, 136 Salas de Nivelación, 5 Centros Escolares para Sordos, 1 Centro Educativo para Ciegos, 2805 Centros Educativos Integradores, 2 sedes de la Universidad de El Salvador con el Programa de Jóvenes Talentos, 1 sede de Bachillerato para Sordos a Distancia, 29 Círculos de Alfabetización para Sordos y 1 Circulo de Alfabetización para Ciegos. (Campos, et all , 2016, Análisis e implementación del Programa VAMOS)



La educación inclusiva plantea la incorporación de niñas y niños a la escuela para lograr la entrada oportuna, asistencia, aprendizaje, permanencia, transición y finalización exitosa de sus estudios.  (UNICEF, 20)

UNICEF considera la educación como la puerta de entrada al cumplimiento integral de los derechos de niña, niños y adolescentes. Es la herramienta más eficaz para moldear y cambiar positivamente la vida de una niña o niño; y es, asimismo, el mecanismo ideal para reducir ampliamente las brechas de desigualdad.

 Brechas para acceder a una educación de calidad, deserción principalmente por rezago académico, violencia, exclusión y limitada oferta educativa, asociados a una inversión insuficiente plantean un desafío pendiente. 

Según el Observatorio del Ministerio de Educación (MINED) en 2017, 44.61% de los centros escolares se encontraban en comunidades con presencia de pandillas; 38.11% estaban localizados en zonas donde se reportan robos y/o hurtos; 34.62% se ubican en zonas con circulación de drogas, un 27.62%, en áreas donde se identifica portación de armas blancas y de fuego, y 18.76% donde se realizan extorsiones. 

De acuerdo al Plan El Salvador Educado (PESE), en 2016 la deserción escolar asociada a la delincuencia afectaba a 7,339 niños y niñas en el área rural; y 8,172 en el área urbana. El Salvador fortaleció durante décadas su inversión en educación básica lo que permitió avances; sin embargo, ese enfoque no previó suficientes recursos y capacidades para el relevo generacional. Esto derivó en una calidad educativa con deficiencias y la exclusión de un número significativo de niñas, niños y adolescentes que, por hoy, no participan del sistema educativo o corren riesgo de abandonarlo.

La asignación de recursos al sector educativo ha sido históricamente baja, en la última década se mantuvo en un promedio del 3.14% del Producto Interno Bruto y del 16.61% en relación al gasto público. Cifras de la Oficina de Información y Respuesta del MINED indican que, en 2016, la cobertura neta educativa en niñas y niños de 0 a 3 años era de 1.9%, y de 4 a 6 años era de 56.5%. En el caso de educación básica y media, las coberturas netas educativas se ubican en 83.4% y 35.6%, respectivamente (OIR, MINED 2017). (UNICEF, 20)


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