viernes, 25 de septiembre de 2020

Políticas Educativas en El Salvador

 Introducción

La educación inclusiva implica una transformación radical de los paradigmas educativos, pues propone pasar de un enfoque basado en la homogeneidad a una visión de la educación plural y heterogénea (Blanco, 2006). Además, para incidir en la consolidación de las políticas educativas que promueven la inclusión es necesario tener en cuenta el incremento de las desigualdades sociales, la diversidad cultural y la creciente crisis de cohesión social (López, 2009). Ahora bien, difícilmente se puede separar la inclusión de la realidad sociocultural en que se dinamiza, así como también no se pueden dejar de lado a actores clave como el Estado, la sociedad civil o la familia.

Por tanto, al abordar la inclusión como un problema de políticas educativas es necesario valorar qué propuestas se han elaborado, cómo se están desarrollado, si están funcionando o no (Terigi, 2014). Y esta revisión es la que se realiza en el presente artículo, a fin de reflexionar sobre el proceso que se ha implementado en El Salvador, ya que una transformación gradual hacia una escuela inclusiva, requiere de una revisión y mejora continua, pues no se puede reducir a una ley o una acción puntual con un alcance temporal limitado (Payá Rico, 2010). Entonces, se hace necesario considerar también “los niveles de inclusión social y los alcances de las brechas de equidad en la adquisición de competencias y aprendizajes” (Opertti, 2009, p. 4). Esto debido a que la inclusión sin su dimensión ético-filosófica de reconocimiento de la persona, se queda como una propuesta sin fundamento, al no ir más allá de la escuela para transformar la sociedad.

A continuación se analiza el estado actual de las políticas educativas relacionadas con la inclusión en El Salvador, a partir de diferentes consideraciones como la normativa vigente, el significado de exclusión educativa, la multicausalidad de los problemas educativos, la intersectorialidad, la influencia del contexto o la transformación de las prácticas escolares. Luego, de dicho análisis se presenta una reflexión ético-filosófica sobre la importancia que tiene el reconocimiento de la persona en la política educativa como elemento que promueve la sinergia entre inclusión, equidad y justicia social.  (Morán, 2019).


1. Estado del arte sobre la política de educación inclusiva

Al valorar la educación inclusiva desde un enfoque sistémico se considera que la educación es un sistema que refleja la sociedad global, es decir, representa la concepción de persona que predomina en el contexto en el que se desarrolla el hecho educativo. Por tanto, dicha representación del ser humano también conlleva implícita o explícitamente una forma de entender la vida, las relaciones humanas, el saber o las diferencias individuales. Entonces, si no se visibiliza que históricamente el sistema educativo ha sido excluyente, difícilmente se logrará “organizar una sociedad que sea capaz de dar oportunidades de aprendizaje a todos” (Aguerrondo, 2008, p. 77).

2. Ampliación del significado de exclusión educativa

Una manera de comprender la exclusión educativa es a partir de valorar la inclusión como un constructo social, pues es necesario que la persona se sienta parte del colectivo, donde todos se sientan valorados y respetados por sí mismos (Powell y Tutt, 2002). Así, la exclusión educativa puede estar asociada a la escasa importancia que se le brinda al reconocimiento de la diferencia, y esto conlleva a que se pueda excluir “con o sin justificación desde las dinámicas políticas, la sociedad y el mercado, y aún desde los principales ámbitos de socialización (la familia y la escuela)” (Ministerio de Educación, 2010b, p. 16).

3. Multicausalidad de la desescolarización y el rezago escolar

La desescolarización y el rezago escolar no pueden comprenderse como fenómenos aislados, ya que pueden producirse por factores individuales, familiares, demográficos, sociales o escolares. Así, en el caso de la deserción escolar influye el acceso temprano al trabajo para contribuir al ingreso familiar, donde para los hombres implica trabajar fuera de la casa y para las mujeres participar en las tareas del hogar (Consejo Nacional de Educación, 2016). También se observa una discrepancia al explorar las causas de deserción de acuerdo con la zona geográfica de residencia de los estudiantes, pues quienes residen en el área urbana desertan en su mayoría para trabajar mientras que los estudiantes de la zona rural dejan la escuela por falta de interés, lo cual “podría vincularse a deficiencias en el aprendizaje o a una falta de correspondencia entre la realidad vivida y lo que se estudia” (Consejo Nacional de Educación, 2016, p. 64).



Luego, al acercarse a los resultados de aprendizaje que alcanzan los estudiantes también se pueden observar desigualdades, las cuales se pueden dar por diferentes factores (Blanco y Duk, 2011):

  • Contexto socioeconómico y cultural. El Salvador es considerado como un país de ingresos medios bajos (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, 2015), que se encuentra afectado por violencia social, migraciones, desestructuración familiar, trabajo infantil o delincuencia. Por otra parte, en los últimos años se han dado esfuerzos para revitalizar el nahuát como lengua materna (Ministerio de Educación, 2015c).
  • Tipo de escuela y entorno de aprendizaje. El clima escolar de las escuelas salvadoreñas muchas veces se ve afectado por la inseguridad y la violencia (Consejo Nacional de Educación, 2016). Y la gestión escolar promueve diversas acciones para lograr aprendizajes significativos con la participación de la comunidad educativa (Ministerio de Educación, 2008a).
  • Tiempo efectivo de aprendizaje. En El Salvador se han establecido 200 días lectivos, los estudiantes asisten semanalmente a la escuela entre 18 y 25 horas de acuerdo con el nivel educativo en que se encuentren (Ministerio de Educación, 2008b). Ahora bien, es difícil establecer cuán efectivo es el tiempo de aprendizaje.
  • Asistencia a educación de la primera infancia. En el país preocupa que “solo se atiende al 3% de la población que la necesita, que las escuelas parvularias puras están mayormente concentradas en el área urbana” (Ministerio de Educación, 2015a, p.13). Ahora bien, cabe destacar que desde la elaboración de la Política Nacional de Educación y Desarrollo Integral de la Primera Infancia (Ministerio de Educación, 2010c), se propuso un nuevo modelo de atención basado en un enfoque de derechos y desarrollo integral. También se actualizaron los programas de estudio para dicha población y los de la formación de los futuros docentes en educación inicial y parvularia (Ministerio de Educación, 2015c).
  • La calidad de los docentes. Generalmente estos carecen de un “marco conceptual y de los instrumentos metodológicos para hacer frente a la diversidad de expectativas y necesidades de los educandos” (Opertti, 2009). En 2012 se crea la Política Nacional de Desarrollo Profesional Docente (Ministerio de Educación, 2012), a fin de fortalecer la formación docente tanto inicial como en servicio. Y en 2015, había 31,085 maestras y 14,786 maestros laborando en el sector público; de los cuales un 81.97% tienen el nivel académico de profesorado, 7.20% licenciatura, 6.22% bachillerato académico y un 4.61% otros grados (Ministerio de Educación, 2015b).

4. Importancia de la intersectorialidad

La consolidación de la educación inclusiva será posible en la medida que también se desarrollen políticas económicas y sociales que den respuesta a los factores que generan exclusión y marginación. Por tanto, uno de los restos de la escuela es ser sensible a las demandas y expectativas del entorno (Krichesky, 2006), por ello es imprescindible vincular el nivel central con el local, tanto para que las políticas educativas se diseñen desde y para el contexto como para generar las condiciones que permitan la autonomía de la escuela en la búsqueda de apoyos a nivel local.

En 2010 con la Política Nacional de Educación y Desarrollo Integral de la Primera Infancia se abre un espacio para que la atención de la niñez sea abordada desde un enfoque intersectorial, pues se crean comités integrados por diferentes instancias (Ministerio de Educación, 2010c). Luego, en 2011 se crea la Mesa Técnica Intersectorial para la Educación y Desarrollo Integral para la implementación del modelo de educación y desarrollo integral de la primera infancia (Ministerio de Educación, 2015c). También participan organizaciones no gubernamentales, municipalidades y cooperantes, aunque a la fecha aún no se cuenta con investigaciones o evaluaciones que muestren cómo han funcionado las mesas intersectoriales, cuáles han sido sus aciertos u obstáculos en su proceso de implementación.

5. Valoración de los problemas educativos a partir del contexto

Al abordar los problemas educativos del país es importante partir del contexto en


el cual se desarrollan, ya que la educación es un tema de interés y relevancia social. Entonces, primero es necesario que los equipos docentes y las familias se pregunten si la propuesta educativa que orienta la práctica pedagógica en la escuela responde al contexto social en el que desarrollan (López, 2007). Ahora bien, desde aquí puede encontrarse un obstáculo, pues, aunque las familias y la comunidad contribuyan en actividades puntuales de la escuela o en la elaboración inicial de los proyectos educativos, generalmente son excluidos de la toma de decisiones sobre los aprendizajes, por lo que la participación política de dichos actores queda limitada (Hurtado y Muñoz, 2017).

Por tanto, si el proyecto educativo no se construye de manera colectiva y tomando en cuenta el contexto socio-histórico, puede caer en un mero cumplimiento burocrático de la norma. En cambio, si la realidad “es mirada desde los sujetos deviene en un conjunto de espacios de construcción: es el papel del momento histórico en la medida en que en éste ocurre la intervención de la práctica” (Zemelman, 2005, p. 86), y esta elaboración participativa compromete a cada uno de los actores inmersos en el proceso.

6. Compromiso del Estado con la consolidación de las políticas educativas

El avance de una política educativa depende en gran medida del grado de compromiso que el Estado manifieste a través de sus diferentes instancias, ya que solo “es posible conseguir progresos cuando los Estados tienen un compromiso con la justicia social que se concreta en el desarrollo de políticas que tienen como foco central la búsqueda de la equidad y la cohesión social” (Blanco y Duk, 2011, p. 49). Además, la educación inclusiva con frecuencia es percibida como un medio para superar la pobreza, pero para ello se necesitan algunas condiciones básicas que contribuyan a que las personas puedan aprovechar las oportunidades de aprendizaje que se le presenten (Opertti, 2009).

Sin embargo, no sólo corresponde al Estado contribuir a generar condiciones de educabilidad (López, 2005), sino también a la sociedad civil, la familia y la escuela, donde cada actor tiene un rol y responsabilidades frente al aprendizaje. Así, las condiciones de educabilidad deben comprenderse como “un concepto relacional, en tanto se define en la tensión entre los recursos que el niño porta y los que la escuela espera o exige de él” (López, 2007, p. 49).

REFERENCIAS

Cristina Aracely Muñoz Morán Maestra en Política y Evaluación Educativa (Universidad Centroamericana José Simeón Cañas), Licenciada en Psicología (Universidad de Deusto), y Profesora en Educación Especial para el nivel básico (Universidad Católica de Occidente), es Catedrática de la Universidad Evangélica de El Salvador en el Departamento de Educación Especial. Su labor de investigación está relacionada con el desarrollo de la educación inclusiva a través de las políticas educativas, las prácticas pedagógicas, la participación de actores sociales y la gestión escolar, teniendo como punto de referencia el reconocimiento de la persona en el contexto educativo. ORCID ID: https://orcid.org/0000-0002-1785-4884. Email: cristina.munoz@uees.edu.sv


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